Acudo a una radio municipal y me preguntan si ahora hay el mismo espíritu regionalista que hace 25 años, cuando se aprobó el Estatuto de Autonomía y Cantabria se convirtió en región uniprovincial. La pregunta me pilla desprevenido y salgo como puedo con el tópico de que son momentos diferentes. Pero es algo más que una cuestión temporal. En estos 25 años la clase política regional, los intelectuales, los medios de comunicación, han hecho, hemos hecho, bien poco por reforzar nuestras señas de identidad. La responsabilidad es de todos, pero hay unos más responsables que otros: los que han gobernando Cantabria la mayor parte de este cuarto de siglo, es decir la derecha regional.
Se da la paradoja de que casi ninguno de los ‘padres’ del Estatuto, los que con su trabajo, esfuerzo y decisiones muchas veces atrevidas, conflictivas y enfrentadas a los aparatos centrales, fueron llamados a jugar un papel en el desarrollo autonómico. Es más, una serie de circunstancias hizo que personas declaradamente antiautonomistas alcanzaran puestos de responsabilidad en el Gobierno de Cantabria. Alguno ha regresado a los orígenes, es decir a la defensa de una Cantabria anexionada a Castilla y León, después de ser desalojado de la poltrona.
Pero empecemos por el principio y sin ánimo de escribir la historia de estos 25 años --eso lo está haciendo, me dicen, El Diario Montañés y la Universidad de Cantabria-- les resumiré algunos hechos que permiten comprender mejor que siendo nuestra autonomía algo aceptado por la inmensa mayoría de los cántabros, seamos probablemente una de las comunidades donde menos fervor autonomista existe. Somos regionalistas pragmáticos, lo cual no es una mala manera de ser regionalista, aunque a vece seria deseable un poco más de corazón. El presidente Miguel Ángel Revilla lo pone a su manera, a veces con algo de desmesura, pero mejor eso que envaradas y relamidas presencias de la más absoluta nadería, intelectual, política y personal con que nos gobernaron no hace tanto tiempo.
El proceso autonómico se inició con Cantabria por detrás de la gran mayoría de las Comunidades Autónomas en ciernes. Mientras otras autonomías alcanzaban la preautonomía, sistema puente para, a la espera de la aprobación de la Constitución, iniciar los trámites para convertirse en Comunidad Autónoma, en Cantabria la oposición de algunos parlamentarios de Unión de Centro Democrático y del único representante de Alianza Popular, cerró la puerta a esa posibilidad. De nada valieron los esfuerzos del senador por las fuerzas democráticas, el abogado Benito Huerta, ni la postura también favorable del solitario representante del socialismo cántabro, Jaime Blanco.
El único centrista claramente partidario de la autonomía, Justo de las Cuevas, optó por no forzar las cosas y esperar. Al disolverse las Cortes Constituyentes y convocar las primeras elecciones generales, en marzo de 1979, De las Cuevas aprovechó su condición de dirigente máximo de UCD para barrer de las candidaturas a los castellanistas. Todos los parlamentarios centristas: el citado De las Cuevas, junto a Javier Alberto Cuartas Galván y Ciriaco Díaz Porras, elegidos diputados, como los senadores Leandro Valle, Roberto Sáez y Ambrosio Calzada, así como los socialistas Blanco, Juan Antonio Barragán y Mario García-Oliva, senador, se habían decantado durante la campaña electoral claramente partidarios de una Cantabria autónoma. Los mismo ocurrió con la mayor parte de los alcaldes y concejales de UCD y PSOE, a los que se unieron los del recién creado Partido Regionalista de Cantabria (PRC), elegidos en abril de ese mismo año de 1979.
De acuerdo con lo establecido por el Título VIII de la Constitución española fue el ayuntamiento de Cabezón de la Sal, presidido por el senador centrista Ambrosio Calzada, quien el 30 de abril, a escasas horas de la constitución de la Corporación Municipal, aprobó la moción para reclamar el inicio del proceso autonómico. En los siguientes días le siguieron más del 75% de los ayuntamientos, representado casi al 90% de la población. La decisión de Calzada cogió descolocados a muchos, incluidos los máximos dirigentes de su partido, y molestó sobre manera al alcalde de Santander, Juan Hormaechea, que se proponía ser el primero en tomar la decisión que abriera el camino a la autonomía.
A partir de ese momento la Asamblea Mixta de parlamentarios nacionales y diputados provinciales, con amplia mayoría de la UCD, seguida del PSOE y la única presencia de un concejal regionalista, inició los trabajos de redacción del Estatuto. Fue elegido presidente el que ya lo era de la Diputación Provincial, el centrista José Antonio Rodríguez Martínez. La opinión pública siguió los debates con el entusiasmo (escaso) con que se pueden seguir la elaboración de una ley, pero respondió masivamente cada vez que tuvo ocasión, como por ejemplo con el Día de Cantabria de Cabezón de la Sal, verdadera fiesta regional que hoy comparte con otros municipios por torpes razones partidistas. La legislativa no fue tarea fácil, principalmente porque la escasez de derecho comparado, de ejemplos a seguir, hacía inevitable que el proceso de redacción del Estatuto se pareciese con la yenka, aquel famoso baile que se basaba en un paso adelante, dos tras y viceversa.
Dos hechos influyeron de forma importante en el proceso de redacción del Estatuto para Cantabria. El escaso entusiasmo que la autonomía uniprovincial de Cantabria despertaba en las direcciones nacionales de UCD y PSOE, con el entonces todopoderoso Rodolfo Martín Villa como máximo adalid de la unión con Castilla-León, y el golpe de Estado del 23-F. La derrota de los golpistas no impidió que el gobierno de Leopoldo Calvo Sotelo, que había sustituido al dimisionario Adolfo Suárez, asumiera, conjuntamente con el PSOE, algunas de las ‘propuestas’ salidas de los cuartos de bandera. Se produjo un recorte pactado de las pretensiones autonomistas, lo cual que favoreció el acuerdo UCD-PSOE, después de que los socialista votaran en contra de la totalidad en la ponencia del Estatuto, pero que alejó a ADIC, el embrión del PRC del respaldo al proyecto.
Finalmente la proposición no de ley del Estatuto de Autonomía de Cantabria pasaba todos los controles parlamentos, Asamblea Mixta, Congreso y Senado, para aparecer publicada en el BOE, con la firma del Rey, y convertida en Ley Orgánica, el 30 de diciembre de 1981. En febrero de 1982 se procedía a constituir la Asamblea Regional provisional, integrada por los parlamentarios nacionales y dipurados provinciales que habían redactado el Estatuto. Pero para entonces una crisis de gran calado afectaba a la UCD. A las divisiones nacionales entre los centristas-centristas, democristianos, seguidores de Oscar Alzaga, y los socialdemócratas de Francisco Fernández Ordoñez, con sus derivaciones en Cantabra, se unía un polémico asunto de estricto ámbito regional: la crisis de la Caja Rural y las acusaciones que relacionaban el vaciamiento patrimonial de la entidad de crédito cooperativo con uno de los principales dirigentes centristas.
Del modo en que influyeron esos hechos en los primeros pasos de la autonomía y su desarrollo posterior tratará la segunda parte de esta pequeña historia de nuestra autonomía
Los textos del articulo son de Víctor Gijón y fueron extraídos de la publicación.
http://prau-conceju.mforos.com/890343/5483381-pequena-narracion-historica-de-la-autonomia-de-cantabria/
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